Fotografiar
con mal tiempo
Hace unas
semanas tomé la carretera de la costa desde El Masnou hasta Barcelona. Eran las
6 de la tarde y el sol estaba escondido detrás de una maraña de nubes que
amenazaban lluvia. El viento agitaba el agua del mar que se veía gris como el
cielo. Al fondo la silueta de Barcelona se recortaba contra el horizonte dibujando
su característico contorno.
Me quedé
prendado por el espectáculo pero no llevaba la cámara pues había salido con el
día lluvioso a hacer unas gestiones y no podía entretenerme en el camino. A
pesar de todo fui despacio con el coche tratando de localizar posibles sitios
donde parar cuando volviese cámara en ristre.
El sábado
pasado el tiempo era muy parecido al de aquel día, así que ni corto ni perezoso
decidí coger el coche y acercarme al rincón que escogí hacia unas semanas para
cuando llegara el caso.
Esta vez
iba bien preparado, o al menos eso era lo que yo creía.
En la
bolsa llevaba la cámara, portafiltros, filtros, disparador, flash y equipo de
limpieza para las emergencias. En la mano, el trípode que suele acompañarme en
casi todas mis salidas.
Después de
andar un ratito me acerque al mar tratando de buscar un emplazamiento desde el
que disparar. Me acordé de los consejos de Enrique Fernández Ferrá (http://efferra.blogspot.com.es/2013/02/5-consejos-esenciales-para-mejorar-tus.html)
y cámara en mano fui moviéndome hasta encontrar el encuadre adecuado. Fue
entonces cuando coloque el trípode y monté la cámara en él. Ajusté el objetivo
para encuadrar con más exactitud, hice las mediciones, coloqué un diafragma
suficientemente pequeño para garantizar una buena profundidad de campo y
realicé un disparo de prueba. Revisé la imagen pues quería comprobar que las
rocas del primer plano quedaran bien enfocadas. Mientras tanto todo delante de
mí iba cambiando. El mar se iba agitando cada vez más. El viento arrancaba el
agua del mar y la traía a la playa esprayándola por doquier. Las nubes corrían
cada vez más deprisa y donde antes había claros ahora había nubes y donde había
nubes se abrían claros. El fotómetro no paraba de moverse así que, a grandes
males grandes remedios pensé, y disparé una serie de fotografías seguidas (pero
no a ráfagas) para escoger después la que estuviera mejor.
Me quité
las gafas para revisar las últimas fotografías tomadas y fue entonces cuando me
di cuenta de que las tenía completamente llenas de gotitas de agua que
empañaban todo el cristal. Las limpie pensando que si las gafas estaban así el
objetivo también lo estaría y, efectivamente, tuve que limpiar y secar
concienzudamente todo el equipo antes de realizar la última tanda de
fotografías, esta vez sí, dándome toda la prisa posible para disparar antes de
que el agua volviese a empañar el equipo.
El
resultado fue un montón de imágenes manchadas por las gotas de agua y solo unas
pocas, las tomadas al principio y al final de la sesión, que libres de
salpicaduras me sirvieron para seleccionar la que aquí os presento.
A partir
de ahora cuando salga a fotografiar con condiciones meteorológicas adversas
recordaré muy mucho que el agua puede venir de arriba pero también de abajo.
¡Hasta
pronto!
jmartinezbert