Es puro placer. A media tarde, coger la cámara y salir a pasear en esa franja de tiempo que va desde el final de la siesta hasta la puesta de sol. Si además tienes la suerte de estar cerca del mar, ya ni te cuento. La brisa te va trayendo aire fresco y llena el ambiente de esa humedad salada que todo lo impregna, incluso la cámara. Pero es igual. Todo te da igual. De vez en cuando haces alguna fotografía a los pescadores de caña o intentas captar esos reflejos dorados que luego cuestan tanto de reproducir. Y mientras vas paseando, sin hacer nada, las imágenes te van apareciendo para que tú las captes. Solo tienes que estar atento y tener la cámara a mano.
Es puro placer. Cuando de repente, aparece ante ti esa imagen que te cautiva y te paras un buen rato a contemplarla. Y como llevas la cámara la capturas para, más tarde, volver a deleitarte con ella.
Es puro placer. Los aromas y la brisa que vuelven a ti cada vez que contemplas esa imagen porque la fotografía no es solo una representación de lo que vemos. También evoca todo aquello que sentimos cuando la tomamos.
¿A que sabéis de que os hablo?
¡Hasta pronto!
jmartinezbert